Energías renovables
El desafío pendiente del almacenamiento energético: datos y cifras actuales
El almacenamiento energético se encuentra en un momento clave y frente a un futuro en el que su eclosión se contempla como la mejor alternativa a algunos de los problemas que presenta el sistema eléctrico: la necesidad de dotarlo de mayor flexibilidad, la mejor integración de las renovables, la creciente y necesaria electrificación que requiere de inversión en las redes… No en vano, resulta paradójico que a pesar del potencial solar y eólico de España, el país alberga sólo el 4 % del almacenamiento en baterías con el que cuenta toda la Unión Europea, lo que hace patente lo urgente de la inversión y desarrollo en este ámbito.
El PNIEC, Plan Nacional Integrado de Energía y Clima establece como objetivo alcanzar 22,5 GW de almacenamiento energético para 2030, de los cuales 12,5 GW corresponden a almacenamiento diario y semanal, mientras que 10 GW corresponden a almacenamiento estacional. El propio PNIEC señala que el crecimiento proyectado es necesario para integrar la creciente capacidad de generación renovable y garantizar la estabilidad del sistema eléctrico.
En la actualidad y según la información ofrecida por el propio Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, la potencia instalada de almacenamiento sería de unos 7,6 GW, incluyendo las centrales de bombeo, el almacenamiento térmico y las baterías, en concreto el bombeo hidráulico supondría unos 3,3 GW, en torno a 3.331 MW, pero sólo 25 MW corresponden al almacenamiento en baterías. En todo caso, el almacenamiento representa un porcentaje mínimo con respecto al total de potencia de generación instalada a nivel nacional, que alcanzó un récord histórico de 132.343 MW a finales de 2024.
Sin embargo, con el apagón eléctrico del pasado 28 de abril se han disparado las alarmas sobre las deficiencias que existen en nuestro sistema eléctrico, especialmente en lo que se refiere al almacenamiento energético y se hecho más patente aún la relevancia de acelerar el despliegue de soluciones de almacenamiento, que permitan paliar circunstancias tan singulares como la referida anteriormente, que nuestro país sólo represente un exiguo 4 % del total de almacenamiento en baterías en la Unión Europea, pese a que somos uno de los países de los 27 con mayor potencial solar y eólico.
Así las cosas, el sector demanda un marco regulatorio robusto y estable que permita ofrecer garantías a las inversiones que se requieren en almacenamiento, además de la implementación de subastas específicas o incentivos para el sector. Los expertos hablan de que el crecimiento de la capacidad de almacenamiento podría llegar a los 6 GW hacia 2030, como parte de ese despliegue masivo de baterías que se prevé para un futuro próximo. Pese a que la rentabilidad de los activos fotovoltaicos se ha resentido notablemente, en los últimos meses y tras el citado cero eléctrico, asociaciones como Unef han constatado que se ha incrementado el interés por las instalaciones de autoconsumo y almacenamiento. Especialmente las que incluyen la opción de las baterías. Se perciben como una solución a esa debilidad del sistema y también para mejorar la gestión de los activos ante esa merma de la rentabilidad
Y no podemos olvidar también el problema cada vez más presente que afecta al dimensionamiento de las redes en un contexto en el que apenas se pueden atender una parte de las nuevas solicitudes de demanda que las compañías reciben. En definitiva, el desarrollo del almacenamiento energético representa, sin duda, una de las claves decisivas para la evolución del sistema eléctrico, pero está todavía sujeto a numerosas incertidumbres que determinarán su verdadero papel y el desafío que supone para todo el sector.